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sábado, 27 de febrero de 2016

LA BODEGA TRADICIONAL UTIELANA DE LOS SIGLOS XVIII Y XIX

La bodega tradicional utielana de los siglos XVIII y XIX

PEDRO FEBRÉ

       Recientemente desde la Asociación Cultural Serratilla se ha presentado un proyecto que consiste, básicamente, en la recuperación de las bodegas subterráneas de propiedad municipal. Estas bodegas están situadas en el casco histórico, concretamente en la calle Puerta Nueva, calle Armas y en el interior del Ayuntamiento.
      Se trata de cinco bodegas subterráneas que funcionaron como tales en el siglo XIX y cayeron en desuso en el primer  cuarto del siglo XX.
      En el  casco histórico utielano, encontramos numerosas bodegas con esta tipología. No se ha podido realizar hasta el momento un inventario fiable de bodegas subterráneas, pero se sabe que están por encima de las 200. Además, fuera del casco histórico, encontramos un número similar de bodegas subterráneas repartidas por los distintos barrios de expansión a extramuros (calle Parchel, calle del Remedio, calle Subida al Almazar, calle San Francisco, calle Tetuán, etc.). Todas estas bodegas están excavadas con una tipología determinada que es la de bóveda de terreno natural, es decir, no suele existir ningún tipo de revestimiento. Los terrenos son de baja plasticidad o plasticidad nula, ya que si fuera de otra forma existiría un riesgo elevado de sufrir expansiones y desprendimientos. Este tipo de bodegas son ideales para la producción de vino ya que no se superan nunca los 18ºC, no existen vibraciones y la temperatura y humedad son constantes. Pero hay que pensar que las condiciones de las bodegas tradicionales han sufrido variaciones importantes a lo largo de los últimos cien años, pues el desarrollo urbanístico ha hecho que la mayor parte de los respiraderos de las bodegas estén actualmente cegados. Esta es la causa principal de deterioro de las bodegas tradicionales, pues al quedar cegado el respiradero la humedad deja de ser constante pues la bodega no puede ceder o absorber con el exterior, es decir no puede autorregularse.
       Para poder describir la bodega subterránea tradicional utielana, debemos antes hacer una distinción, pues aunque la mayoría guardan un mismo patrón, existen diferencias en cuanto al lugar que ocupan. Nos referimos a que en el casco histórico encontramos un primer tipo de bodega que ocupa un espacio preexistente. Se trata de bodegas en las  que se aprovecharon subterráneos posiblemente de época medieval y que fueron reutilizados para la producción de vino. Estos subterráneos se fueron “compartimentando” debajo de las propiedades existentes en superficie, quedando así ese tramo de subterráneo integrado en cada una de las viviendas. No cabe la menor duda del interés que tendría un estudio de entidad sobre esos subterráneos medievales sobre los que solo hay incógnitas: ¿Cuál era su finalidad? ¿Cuál es su trazado completo? ¿Quién los mando construir? ¿Cuándo se excavaron?




Pasadizo medieval con arco de sillería cegado bajo la calle Real
El segundo tipo serían las bodegas que ocuparon un espacio bajo las viviendas con la finalidad de producir vino “a pequeña escala”. Estas bodegas están aisladas de otras y algunas de ellas han quedado a nivel de calle (por ejemplo la actual oficina de turismo). Hecha esta diferenciación, vamos a intentar describir el proceso en una bodega  tradicional.[1]


Bodega tradicional del siglo XIX.

      En la comarca se produjo un auge espectacular de producción de vino en la segunda mitad del siglo XIX. Las causas principales de este auge fueron:
-             La aparición en Francia de una plaga de oídio a principios de la década de los cincuenta, que permitió la importación de nuestros vinos por su color principalmente.
-                    La plaga de filoxera hacia el año 1875 en el viñedo europeo,  que alcanzó a zonas cercanas como el Camp de Morvedre, favoreciendo de nuevo la cotización de los vinos de la comarca.
-          El declive de la industria sedera en Requena.
-          Los sistemas de plantaciones a medias, algunos de los terratenientes más importantes de la comarca comenzaron a plantar vid con este sistema, atraídos por el alto precio del vino y las exportaciones a Francia.
Debido a estos nuevos sistemas productivos, aparecieron numerosos pequeños propietarios, los cuales producían vino de forma particular con su propia cosecha.


Utensilios agrícolas tradicionales
El proceso en la bodega comenzaba con la entrada de la uva en la misma. Los carros descargaban a través de las puertas de trullo, unas puertas de madera de menor tamaño que las de la vivienda, levantadas unos 30 ó 40 cm del suelo y que solían tener unas aberturas en la parte superior a modo de ventilación. La uva se descargaba con ayuda de palas de madera o del rastro, un rastrillo de madera con las púas separadas unos 5cm. Caía la uva en el trullo, un depósito con forma rectangular con un poco de pendiente en el fondo para favorecer la salida del mosto. El trullo, también llamado lagar, estaba cuajado de maderas en la parte superior sobre las cuales se pisaba la uva, cayendo el mosto al interior del trullo. Posteriormente al pisado, se doblaban las tablas para que cayeran los restos del mosto, el raspajo, la piel y la pulpa. Estos tres últimos elementos constituyen lo que se conoce como orujo, pasta o brisa.




Para mezclar todos los elementos en el trullo, se empleaban unas pértigas de unos dos metros de longitud llamadas mencedores, los cuales tenían en un extremo una punta de hierro con dos o tres punchos.


Mencedor
El vino tinto se dejaba en el trullo durante tres o cuatro días y si se quería que adquiriera un rojo más intenso, se utilizaba un truco que consistía en añadirle yeso.
En las bodegas subterráneas utielanas, la forma de vaciar el trullo era a través del saque, un agujero a modo de desagüe que conducía hasta la parte inferior de la bodega. Allí salía el vino a través del canillero, un tubo de piedra circular con la boca redondeada situado sobre una pila conocida como trulleta.


Canilleros
En cuanto a la brisa que había quedado, se sacaba del trullo y se pasaba por la estrujadora y por la prensa, resultando una brisa mucho más compacta que se utilizaba bien como abono o bien para extraer alcohol en alguna de las numerosas fábricas alcoholeras utielanas.
Una vez el vino salía por el canillero, había dos posibilidades. La primera era conducirlo a través de unos canales que partían de la trulleta y distribuían el vino sobre cada una de las tinajas. Estaban fabricados con yeso, maderas o tejas y discurrían por el perímetro de la bodega.
Otra posibilidad era llevarlo en unos recipientes llamados pellejos y con ayuda de unas maderas colocadas en altura entre las tinajas, verter su contenido.


Estudio aparte requiere la tinajería utielana. Gremio de extraordinaria importancia, quedó en el olvido al desaparecer esta forma tradicional de producción de vino. Sólo unos pocos de los numerosos tinajeros pudieron subsistir hasta la segunda mitad del siglo XX, fabricando en sus alfarerías orzas o tejas. Basta decir que además de las tinajas que se encuentran en los subterráneos de Utiel, la gran mayoría de las tinajas de la Villa de Requena fueron fabricadas por tinajeros utielanos.[2]

Algunas inscripciones encontradas en las tinajas utielanas de los siglos XVIII y XIX[3]






Tinajas de gran volumen con refuerzo.
El vino fue vendido principalmente a Francia, para lo cual era trasladado hasta el Grao de Valencia donde embarcaba rumbo al país vecino. Hasta 1885 el trayecto Utiel – Valencia se realizaba por carretera y a partir de ese año la llegada del ferrocarril mejoró enormemente la comunicación con el Grao.

Las bodegas subterráneas de Utiel constituyen un conjunto etnológico extraordinario y son uno de los ejemplos de arquitectura excavada más importantes de toda la Comunidad Valenciana por su singularidad, antigüedad y extensión. Además, se encuentran a la altura de otros conjuntos de similares características existentes en España: Aranda de Duero (Burgos), Toro (Zamora) o Astudillo (Palencia).
La recuperación de estos espacios y su promoción convertirían a Utiel en un destino de turismo enológico y de interior, creando así una nueva vía de desarrollo para la economía local.
Por último, desde la Asociación Cultural Serratilla, queremos agradecer a Ángel y Elvira Moya, Amelia Mayordomo, Jose Luis Martínez y al M. I. Ayuntamiento de Utiel, el habernos permitido realizar las fotografías para este artículo.

Tinajas de una bodega utielana del siglo XIX


ASOCIACIÓN CULTURAL SERRATILLA




[1] Para la presente descripción, se han consultado entre otros, “Del majuelo al trullo”, de Antonio Atienza Peñarrocha y “El léxico de la vid en la comarca Requena – Utiel”, de Antonio Briz Gómez.
[2] Así lo describe Fermín Pardo Pardo en “Las cuevas de la plaza de la Villa”, Oleada nº18, 2003.

[3] Inscripciones recogidas en “Tinajería tradicional española: Comunidad Valenciana, Cataluña, Baleares, Aragón”, de Alfonso Romero y Santi Cabasa. 

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