Carlos J.
Gómez-Miota Sánchez
Edición web :Mariano López Marin
Cada jueves previo
al Miércoles de Ceniza, se acostumbraba en Utiel y en buena parte de la
comarca celebrar el “Jueves Lardero”. En
las siguientes líneas recordaremos esta antigua festividad histórica, que tuvo
una enorme difusión en nuestro territorio, pero que, a medida que avanzaba el
siglo XX, fue abandonándose, con la excepción de Venta del Moro. Una tradición
que es imperativo recuperar por los valores que aporta a las nuevas
generaciones: identidad rural, respeto por su entorno natural, aprecio por la
gastronomía local, etc.
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Niña lardeando en Utiel (1950) |
El Jueves Lardero es una festividad popular de carácter gastronómico, donde se disfruta de los alimentos cárnicos
antes de empezar la abstinencia de este tipo de productos por la Cuaresma, los
cuarenta días de purificación exigidos por el cristianismo antes de empezar la
Semana Santa. Esta naturaleza festiva la vincula estrechamente con los actos de
carnaval, que también brindan la última oportunidad para festejar hasta el fin
de la Pascua de Resurrección. Por lo tanto, Jueves Lardero supone celebrar la
despedida de la carne dentro de las fiestas de Don Carnal y, de este modo, dar
la bienvenida al período de privación que le iba a seguir bajo el estricto celo
moral de Doña Cuaresma.
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El combate entre don Carnal y doña Cuaresma, Pieter Brueghel el Viejo (1559). |
Difusión territorial del Jueves Lardero
Como acabamos de ver, los ritos gastronómicos asociados al consumo de carne antes de Cuaresma están relacionados con el Carnaval. Por lo tanto, existen multitud de culturas donde se vincula al Martes de Carnaval (Portugal, algunos países iberoamericanos, Francia, Países Bajos, Reino Unido, Bélgica, Suecia, etc.), aunque en la mayoría de estos casos, la parte alimenticia ha quedado opacada por la parte lúdica asociada a los disfraces. En cambio, en las tradiciones de Jueves Lardero, al estar dividido de “las máscaras”, el protagonismo sigue siendo acaparado por la comida, aunque en muchas ocasiones se considera el inicio de los carnavales.
En Europa, muy
asociados a actos carnavalescos, encontramos en Alemania la “Weiberfastnacht” o
en Italia el “Giovedì Grasso”, este último estrechamente vinculado con un dulce
llamado “chiacchiere”. En Polonia tenemos el “Tłusty Czwartek”, donde la gente
compra o hace sus pasteles favoritos, destacando los “pączki”, una especie de
bollo de masa frita relleno de confitura u otro dulce y cubierto de azúcar
molida. Sin embargo, es en España donde encontramos una costumbre más
generalizada y asociada, obviamente, al ritual conocido en nuestro entorno. Una
fiesta popular de socialización, estrechamente relacionada con una merienda en
el campo, aunque la gastronomía varía mucho entre regiones.
En la
Comunidad Valenciana y las Islas Baleares es el “Dijous Llarder” o “Dijous
Llarguer”, también conocido como “Dijous de Berenar” en algunos pueblos
valencianos. En Sagunto y su área costera es tradicional comer la “pataqueta”,
un bocadillo en forma de media luna que se rellena de tortilla de habas,
tortilla de ajos tiernos, embutidos o fiambres. En Cataluña es llamado “Dijous
Gras”, donde se celebra una comida informal entre amigos, en la que tiene gran
relevancia el huevo, las butifarras y los “llardons” (chicharrones) a través de
platos derivados. Los niños más pequeños suelen hacer una excursión escolar en
la que se llevan un bocadillo de tortilla. En Villanueva y Geltrú se celebra la
“Merengada”, donde se comen y tiran kilos de merengue. En Aragón, concretamente
en Zaragoza y los pueblos del Ebro, se suele ir a las riberas del río a comer
un bocadillo de longaniza. En Calatayud es típico comer “el palmo”, un trozo
generoso de longaniza. En el Bajo Aragón se le conoce como “choricer” o
“choricé”, siendo típico ir al monte a comer chorizo y choriceta. En el País
Vasco, sus actos se han trasladado a San Blas, también al inicio de la
Cuaresma. En Asturias se le conoce como “Jueves de Comadres”, donde las mujeres
tradicionalmente abandonaban ese día las tareas de casa para salir a celebrar
por separado su merienda con empanadas, pasteles, canciones y bebida.
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. Pączki polacos |
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Truita de botifarra d’ou, Cataluña |
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Chiacchiere, Italia |
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Pataqueta, Sagunto |
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Hornazos, Jaen |
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Hornazo relleno, Salamanca |
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Como ya refleja el Libro de Buen Amor, la Castilla de Pedro I, monarca que en 1355 concedió el villazgo a Utiel, tenía completamente interiorizada la festividad del Jueves Lardero. Por lo tanto, aunque difícil de rastrear, es muy probable que la celebración ya estuviese presente en nuestra comarca de manera popular. Al igual que en Cuenca, contaba con una faceta muy similar a “correr la mona” tras Semana Santa, donde familiares y amigos participaban en una excursión al campo con una buena comilona. En este sentido, Jueves Lardero suponía el primer rito de celebración campestre con desenfreno culinario, que buscaba satisfacerse antes de la abstinencia que supondría la Cuaresma, donde participaba toda la sociedad local. Tras este evento, vendrían igualmente otras ocasiones para festejar de manera todavía más efusiva, por ejemplo, los distintos días de la “Pascua de Monas”: Sábado, Domingo, Lunes y Martes de Pascua, más el apéndice que suponía el “Domingo Quasimodo”. Sin olvidar el Entierro de la Sardina, que en Utiel estaba estrechamente asociado al barrio del Castillo y que daba carpetazo final a este periodo del año.
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Familia y amigos “corriendo la mona” con excursión campestre, Utiel (1950)
Familia y amigos “corriendo la mona” con excursión campestre, Utiel (1950)
En este contexto, Jueves Lardero se trataba de la costumbre más sencilla de este calendario festivo, repitiéndose este rito en la Pascua de Monas. Sin embargo, progresivamente este carácter general de la fiesta fue abandonado, dejando de participar toda la sociedad local para contar con un papel íntimamente asociado con los niños y el sistema educativo. En la comarca, la única población donde la tradición mantuvo este significado hasta el siglo XX fue Caudete de las Fuentes. En este pueblo se le llamaba indistintamente “Jueves Lardero” o “Jueves Gordo”, siendo considerado como un día plenamente festivo. Se celebraba una merienda en el campo en familia o en cuadrillas de amigos, acudiendo en carro a la Casilla del Cura, la Casa de Enguídanos, el Tormillo, la Casa Doñana y la Casilla de Cárcel (García, 1993).
En el resto de
la comarca, Jueves Lardero se transformó en una excursión escolar la tarde del
jueves o en algún día próximo. Cada niño o niña iba en compañía de sus
profesores a merendar a algún paraje cercano, originariamente con una mona u
hornazo. Esto suponía grandes cambios respecto a la visión original, pues en
este caso la comida bucólica alcanzaba exclusivamente un carácter infantil. Una
situación donde la chiquillería salía de la rutina escolar y así tenía un día
de convivencia más distendida entre maestros y alumnos. Este planteamiento
contaba con mayor arraigo en la villa de Utiel, el cual seguramente hunde sus
raíces en el siglo XVI, con la fundación del Colegio del Salvador en 1571 por
el conocido canónigo Gonzalo Muñoz Iranzo.

Niños jugando en el campo. Izquierda: Pedro Núñez de Villavicencio (1694). Derecha: Francisco de Goya (1791-92)
Así pues, durante la primera mitad del siglo XX, en Utiel Jueves Lardero consistía en una festividad exclusivamente organizada desde los colegios de la localidad. Nos referimos a las “Escuelas Pías”, en funcionamiento en el Convento-Hospicio de San Francisco desde 1868, y Santa Ana, establecida en 1897 dentro del antiguo Convento de la Merced. Esa semana había sido lectiva, incluida la mañana del jueves, mientras que por la tarde los niños y niñas hacían una excursión escolar acompañados por los maestros. Los niños, llevando cada uno un “taleguillo” con sus viandas, se dirigían a parajes cercanos a Utiel. Los franciscanos menores conventuales, que rigieron las Escuelas Pías entre 1951-1979, solían ir a La Noria o al Alto de San Agustín, mientras que las monjas de Santa Ana iban a varios puntos de la vega del río Magro, como en el desaparecido Puente de Palo por El Batanejo o La Fuente, más conocido ahora como Paseo de la Alameda. Aunque el lugar más importante era sin dudarlo El Palomar, desde donde se disponía de hermosas vistas de la ciudad y sus huertas históricas, a poco más de medio kilómetro del colegio. Esto suponía una gran diferencia respecto a “correr la mona” en Pascua, donde montados en carro o andando, el viaje se distanciaba bastante de la ciudad hasta parajes como El Vicario, la Casa Don Ángel, La Cubera, Los Mancebones, la Casa Medina o El Remedio.
Antes de la
Guerra Civil, los niños de Utiel tenían tiempo para cantar y jugar a la comba,
al corro y demás juegos colectivos. Por supuesto, también comer la mona u
hornazo bajo algún árbol de “sesteo”, ideal para resguardarse del sol o la
lluvia, dependiendo del tiempo que hiciera. Para muchas niñas era día de
estreno de un vestido o alguna otra prenda, el “ato”, y solían acudir adornando
su cabeza con grandes lazos realizados con papel de seda. Además, algunas madres
entregaban a su hijo un pequeño obsequio para el maestro, que correspondía con
las posibilidades económicas de la familia. A cambio del regalo, el maestro le
daba unos caramelos al niño y le deseaba que pasara un buen Jueves Lardero.
“Correr Jueves
Lardero” en Utiel se mantendría hasta finales de la década de 1950 de la mano
de las monjas de Santa Ana. En esas últimas celebraciones, participaban todas
las niñas, desde los 4 a los 14 años, siendo acompañadas por cuatro monjas que
previamente habían pedido permiso al dueño de El Palomar. Esta era una vivienda
que había reutilizado los muros de la todavía conservada torre islámica de
Benasén, a apenas 600 metros del colegio por el camino del Batanejo cruzando el
Magro por el Puente de Palo. Esa tarde las monjas se quedaban en El Palomar, en
lo alto de la colina, mientras las niñas jugaban y merendaban junto a la
carrasca y pinada de árboles monumentales que la rodean. La comida que se
traían ya no se trataba de los característicos monas u hornazos, ya reservados
para Pascua, sino que cada madre les preparaba el “avío” que viera oportuno,
por lo general un bocadillo.
Informadoras Antonia Martínez y Remedios Guerrero en El Palomar (Torre de Benasén), quienes celebraron Jueves Lardero cuando eran niñas en las décadas de 1940-1950, con la compañía de las monjas del Colegio de Santa Ana.
En el resto de poblaciones, el rito no difería mucho a lo visto en Utiel, disfrutando de una merienda en el campo. En Las Casas y Los Corrales, los niños de ambos colegios se reunían y acudían a la Fuentecilla, a los pies de la Sierra Bicuerca. En Venta del Moro, los chicos de la escuela iban a pasar el día en el campo, en la Casa Nueva, bajo la atención del maestro don Victorio, en compañía paralela de las niñas bajo la recta dirección de la maestra doña Salvadora (Yeves, 1997). En Hortunas, el rito gastronómico e infantil del “Jueves Lardero” se había trasladado a San Blás, acudiendo los niños a la escuela por la mañana y al salir, las madres les daban los alimentos para comer en el campo (Pardo, 2018: 336). En todos estos casos, el enfoque escolar de Jueves Lardero estaba estrechamente relacionado con la figura del profesorado, por lo que su realización dependía en última instancia de la voluntad del maestro o maestra. Por esa razón, en muchas poblaciones, a pesar del carácter general de la fiesta, no tenemos constancia oral de su realización, como son los ejemplos de Villargordo del Cabriel, Fuenterrobles, Camporrobles, Sinarcas, San Antonio, Los Isidros, etc.
El rito de Jueves Lardero en el Altiplano de Utiel-Requena sin duda tiene una raíz común con los vecinos pueblos de Cuenca, a cuyo obispado pertenecimos hasta 1957, por lo que es imposible no hablar de ellos. Ese día existe la costumbre de salir con los amigos a “lardear” al campo, también desde los colegios, generalmente parajes cercanos y relativamente bien acondicionados, para allí pasarlo bien, jugando y comiendo durante todo el día. La gastronomía es muy similar, protagonizada por el hornazo, aunque también tiene una gran presencia las tajadas de la orza, los chorizos y los huevos, especialmente en forma de bocadillo de tortilla con chorizo. Todo esto lo refleja muy bien algunas de sus coplas: “El jueves lardero, hornazo, tajá y huevo” o “Para jueves lardero, pan, chorizo y huevos”.
En la cercana
Serranía de Cuenca, los azotes de la despoblación han hecho que la fiesta entre
en decadencia. En Talayuelas se
hacía una comida campestre para Jueves Lardero, estando estrechamente
relacionada con la siguiente fiesta de “San Reventón” el Martes de Carnaval. En
Landete también está muy relacionada
con los carnavales, conociéndose ese jueves como el “Día de La Junta”, que
consiguió relanzarse tras unos años en el olvido. En Salvacañete los niños iban con los maestros a comer junto al río
Cabriel, en El Ventorro. Mientras, en su aldea
de Casas Nuevas acudían hasta Los Casares, en dirección hacia
Santeroncillo, y allí, en una espléndida zona junto a unas tablas labradas
rodeadas de espinos y majuelos, cerca de la Fuente de la Zorra, se comían las
viandas que llevaban en sus talegos a rayas. En Valdemorillo de la Sierra el día del Jueves Lardero se les quitaba
el yeso a las orzas y se iba al campo a comer. Por la tarde se pagaba a escote
con “perras gordas” y se organizaba baile con un acordeonista (López, 2016). En
Carboneras de Guadazaón también se
tiene la costumbre de comer en parajes cercanos al pueblo. Pero tenía la
particularidad de que estaba estrechamente vinculada con los Animeros, los
cuales desde el viernes previo recorrían las calles por la noche para pedir por
las Ánimas, acompañados y dirigidos por el toque de tambor. En el Jueves
Lardero toma el protagonismo la figura de “El Diablo”, que se convierte en el
jefe del pueblo y se dedica, acompañado de dos o tres animeros, a hacer
“diabluras”, recaudando dinero, comida y objetos aprovechando la merienda
campestre de ese día. Finalmente, el domingo será la despedida de este corto
reinado del Diablo, subastándose lo recaudado, así como los “cargos” de los
animeros, la Porra y la Caja, para el año siguiente.
Por su parte,
en La Manchuela el Jueves Ladero está muy arraigado, con síntomas de gran
vitalidad. En Minglanilla, la gente
va andando o en cualquier vehículo a algunos campos cercanos para comer tortas
con chorizo y tajás; generalmente, van a El Tollo, la Fuente del Sordo o la
ermita de Santa Bárbara. En Ledaña y
Villalpardo, al Jueves Lardero lo denominan el “Día de La Zahora”,
reuniéndose una cuadrilla de niños en casa de alguno de ellos, llevando su
“zahora de saquillo”, y tirando petardos por las calles. En Ledaña, incluso se disfrazan, lo que
supone el inicio de Las Máscaras. En Quintanar
del Rey, coincidiendo con el día habitual del mercado municipal, la
costumbre es juntarse para comer pollo, hornazos, y también pintarse la cara y
el pelo. Con dificultades, en Casas-Ibáñez,
Casas de Ves y otros pueblos de La Manchuela albacentense también se
mantiene, aunque sus hornazos allí se caracterizan por tener los huevos, tajás
y chorizos extendidos sobre la masa sin recubrir por completo, muy parecido a
las tortas magras.
Además de
todos los ejemplos citados, existen muchos más pueblos que lo realizaban. En la
actualidad, todavía es muy celebrado en Cañaveruelas,
Casas de Benítez, Casas de Fernando Alonso, Casas de Haro, La Huérguina, La
Ventosa, Las Pedroñeras, Mota del Cuervo, Motilla del Palancar, Pozorrubio,
Priego, Sisante y Torrejoncillo del Rey. En Villar de Cañas lo llaman
también “Jueves Graso” y se sale a “lardear” para comer tortilla de patatas,
chorizos, pan y vino. En Las Mesas y
El Provencio, la merienda campestre
se acompaña, entre otras viandas, de las típicas tortillas de harina. En
Villamayor de Santiago es fiesta local y es tradición que los padrinos o
madrinas de los bautizados entreguen a sus ahijados los ingredientes necesarios
para este día, una propina monetaria y un rollo, dulce típico para acompañarlo
por la tarde con un chocolate caliente.
Del mismo
modo, al igual que en nuestra comarca, existen pueblos donde el rito de Jueves
Lardero se realiza para otras festividades cercanas. Así ocurre en Horcajo de Santiago para San Sebastián,
en Fuente de Pedro Naharro para
Santa Águeda (5 de febrero) o en Tarancón
y Cuenca para San Julián (28 de enero). En la ciudad de Cuenca, el día de
su patrón, las familias y pandillas juveniles salen al campo de merienda para
celebrar su segunda romería. El lugar elegido para la concentración, sobre
todo, es la ermita de San Julián, al lado del río Júcar, aunque también se iba
a la Cueva del Fraile, muy cerca del Convento de San Pablo.
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Jueves Lardero multitudinario en Cuenca (2022 |
El Diablo y los animeros en Carboneras de Guadazaón
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Hornazo de Casas de Ves, similar a una torta de magras |
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Bocadillo de tortilla y chorizos típico en Cuenca |
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Los hornazos y las monas
Tanto hornazos como monas se han relacionado siempre con la Pascua Florida o de Resurrección, siendo su consumo una costumbre todavía muy arraigada en toda la comarca. Aun así, ambos productos han estado asociados a todos los ritos gastronómicos que rodean la Cuaresma, incluido Jueves Lardero, como se puede ver en Cuenca con sus característicos hornazos para dicha celebración. Por esa razón, vemos oportuno profundizar en este referente de nuestra gastronomía tradicional.
El término “hornazo” es antiguo en la lengua
castellana, Antonio de Nebrija ya indica la palabra en su Vocabulario
español-latino (1494), mientras en el Tesoro de la lengua castellana o española
(1611) es definido como “la rosca con huevo que se solía dar por Pascua de
Flores”. Por su parte, el término “mona”, de origen árabe, tiene un uso más
reciente, llegando a nuestras tierras de raíz castellana por influencia del
antiguo Reino de Valencia. La difusión de la palabra en el Altiplano de
Utiel-Requena da prueba de ello, siendo un término genérico en buena parte de
la comarca, salvo en los pueblos y aldeas de la zona del noroeste, más cercanos
a Cuenca, donde todavía se impone hornazo. Aun así, su presencia y uso popular
es muy extendido desde hace siglos, ya siendo tenido en cuenta en el
Diccionario de Autoridades (1734): “Llaman
en Valencia y Murcia la torta o rosca que se cuece en el horno, con huevos
puestos en ella en cáscara, por Páscua de flores, que en otras partes llaman
Hornazo”.
Con estas
definiciones, las dos palabras se entienden prácticamente como sinónimos,
aunque podemos encontrar diferencias significativas entre ambas. En líneas
generales, los hornazos a la manera castellana son de masa salada y con añadido
de huevos duros, piezas de embutido o tajadas de “chino” (cerdo), mientras que
las monas de tradición valenciana son de masa dulce similar al pan quemado y
únicamente llevan huevos cocidos como añadido. Sin embargo, en la comarca esta
división de términos por la naturaleza del alimento no siempre la encontramos
tan bien definida. Aunque por influencia valenciana las monas dulces eran
realizadas en algunas poblaciones, la costumbre más habitual eran piezas de
masa salada que, dependiendo del pueblo o aldea, se llamaba mona u hornazo. En
Utiel, Martínez Ortiz (1983) definía la “clásica mona utielana” como una masa
de pan con un huevo cocido en el centro y sendas tajadas en los lados medio
escondidas en la masa, lo que sin duda era un hornazo. Lo mismo ocurre en
Sinarcas, Venta del Moro, La Albosa Baja, Talayuelas u otros pueblos de
frontera en la Serranía Baja de Cuenca y Los Serranos. Mientras que en
Camporrobles, Fuenterrobles o Las Cuevas era llamado hornazo. Eso sí, en
Caudete de las Fuentes y Villargordo del Cabriel también hacen hornazos y monas
respectivamente de masa dulce con huevos y productos de orza, lo que supone un
contraste sorprendentemente rico.
Hornazos o monas saladas con distintas formas: Utiel, Fuenterrobles, Talayuelas y Venta del Moro
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Monas dulces típicas valencianas |
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Burruecos, Los Corrales de Utiel |
Además de los hornazos o monas, era también popular para Jueves Lardero y Las Máscaras (Carnaval) tomar “burruecos”. Un dulce típico que se hace con una pasta de harina amasada con huevo, que, una vez troceada en pequeñas porciones o fideos, se fríe y se le añade miel al punto. El tomar burruecos, también llamado “turroncillo de fideos”, es muy comprensible en la costumbre de los hornazos salados, pues su ingesta servía como una especie de postre después de la comida principal.
Una tradición a recuperar.
A pesar de haber poseído mucho vigor, Jueves Lardero se trata de una festividad que no ha sabido adaptarse a los cambios de la modernidad. Actualmente, tan solo se conserva en Venta del Moro, aunque con notables modificaciones y adaptaciones. Durante las últimas décadas, la organización del Jueves Lardero está estrechamente vinculada a las madres y los padres a través del AMPA con el fin de eximir al colegio de responsabilidades, acudiendo los niños junto a sus padres a la merienda en algún parque cercano al pueblo. Pero el cambio más significativo ha sido su traslado de fecha al Miércoles Santo, con el fin de que los niños de la escuela no pierdan su sesión docente del jueves por la tarde
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Niños lardeando con sus padres |
Dentro del
calendario educativo, Jueves Lardero transmitía valores muy relevantes: el
afianzamiento de lazos entre alumnos y profesores, la defensa de nuestro
folclore, el descubrimiento del entorno natural inmediato y la creación de un
arraigo en torno a la identidad rural. Como manifiesta Mariano López, antiguo
profesor del Colegio Canónigo Muñoz, natural de Salvacañete y merecido hijo
adoptivo de Utiel, en Jueves Lardero “pasábamos el día en el campo, aprendíamos
en contacto con la naturaleza y por la tarde regresábamos a casa cansados pero
contentos”. Por estas razones, sería recomendable que los centros educativos de
infantil, primaria y secundaria tuvieran en cuenta Jueves Lardero, una
auténtica tradición de Utiel. Un rito que se podría enmarcar en torno a
Carnaval, realizando una excursión al campo para merendar en algún paraje
cercano de la ciudad, siendo ideal El Palomar, aunque la recuperación de ese
entorno y la antigua torre islámica de Benasén es otra historia.
Saber más:
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