Carlos J. Gómez Sánchez .Miembro A.C. Serratilla
Uno de
los hechos que más ha marcado la personalidad hispana ha sido el enfrentamiento
casi continuo de las poblaciones cristianas peninsulares con los grupos
musulmanes tanto de Al-Ándalus como de otras zonas extrapeninsulares: la
Reconquista, los actos violentos ante las comunidades mudéjares o moriscas, las
correrías de los piratas berberiscos, la batalla de Alcazarquivir, el conflicto
de la Monarquía Hispánica con el Imperio Otomano, las guerras de África y el
Rif o la participación de tropas marroquíes en la Guerra Civil Española. Todo
ello ha definido un imaginario colectivo reflejado en la cultura material e
inmaterial de la Península Ibérica.
Celebración de las danzas de
Moros y Cristianos en Utiel por los danzantes de San Antonio (2017)
La
festividad de los Moros y Cristianos se trata de uno de los aspectos más
identificativos de esa estrecha y conflictiva vinculación histórica con tierras
musulmanas. Una tradición arraigada en buena parte de todo el Mundo Hispánico,
mucho más allá que en tierras valencianas, como generalmente asociamos, y que
cuenta con distintos estilos regionales de orígenes y costumbres diferentes.
Curiosamente, uno de esos estilos, el castellano, cuenta con su primera
referencia histórica en Utiel. Ballesteros Viana nos comenta que en la ciudad
ya se realizó “festejos simulando un combate entre turcos y cristianos”
en 1571, la primera representación con las características castellanas, por lo
que podemos decir que la celebración nació en nuestra localidad y que, por lo
tanto, se trata de una de las festividades autóctonas utielanas con mayor
influencia e importancia.
“MOROS Y CRISTIANOS” A ESTILO CASTELLANO
Existen
Moros y Cristianos en buena parte del territorio peninsular e incluso más allá.
Como ya hemos comentado, los estrechos vínculos de la sociedad cristiana con
los musulmanes hicieron que surgieran paralelamente varios estilos de la
festividad con sus particularidades. Los más conocidos son la “tipología
valenciana”, con gran tradición en las comarcas limítrofes entre las
provincias de Valencia y Alicante, y que en las últimas décadas se ha extendido
por muchas poblaciones del resto del Comunidad Valenciana. Sin embargo, también
existen tradiciones propias de Moros y Cristianos, como los “dances” en
Aragón o las distintas representaciones regionales presentes a lo largo de
todos los antiguos dominios de la Monarquía Hispánica: Barlovento (Canarias),
Brasil, El Salvador, Guatemala, la “komedya” de Baler (Filipinas), La Alpujarra
y otros pueblos de la Andalucía Oriental, Leseca (País Vasco), Paraguay, Perú,
Totolapan (México), etc.
Estamos hablando por lo tanto de una festividad mundial vinculada a la Hispanidad y que históricamente ha tenido un gran arraigo. Incluso elogiadas por figuras ilustradas, como el caso de Gaspar Melchor de Jovellanos en su Memoria para el arreglo de la policía de los espectáculos ydiversiones públicas y sobre su origen en España (1786), donde nos dice:
“Las soldadescas,
y comparsas de moros y cristianos son asimismo de grande utilidad,
pues sobre ofrecer una honesta recreación a los que juegan y a los que miran,
hacen en gran manera ágiles y robustos a los que los ejercitan y mejoran, por tanto,
la educación física de los jóvenes. Puede decirse lo mismo de los juegos de y
otras diversiones generales (juego de pelota, bolos, bochas, tejuelo,
corridas de caballos, gansos y gallos, y otros) son tanto más
dignas de protección cuanto más fáciles y menos exclusivas, y por lo mismo
merecen ser arregladas y multiplicadas”.
La “tipología
castellana”, conocida en Utiel como “Entrada de Moros y Cristianos”, se desarrollará
por toda la antigua delimitación de la provincia histórica de Cuenca, conformada
por gran parte de la actual provincia de Cuenca, el Señorío de Molina,
la Meseta de Utiel-Requena, y la zona norte de la provincia de Albacete
(La Roda, Jorquera, Alcalá del Río Júcar, Casas Ibáñez,
Talavera de La Mancha, etc.). La influencia de los Moros y Cristianos
castellanos también calará en Sinarcas y otros pueblos limítrofes de la Serranía
del Turia y el Rincón de Ademúz, donde serán llamados “Entramoros”.
Por
desgracia, con puntuales excepciones (San Antonio de la Vega, Túejar, Valverde
del Júcar, Abengibre, etc.), la festividad entró en decadencia en la primera
mitad del siglo XX. El desarraigo y olvido de la tradición castellana
contrastaría con el desarrollo identitario y popularización de su contraparte
valenciana. Esta razón explica porque diversos historiadores e investigadores
caen en el error de considerar los Moros y Cristianos de la Meseta de Utiel y
otras comarcas conquenses como una importación proveniente de Valencia. No
obstante, la festividad en su estilo valenciano, aunque con similitudes en el
patrón de utilizar relaciones teatrales, presenta grandes diferencias en su ejecución
pues mientras los valencianos se centran en los desfiles suntuosos de comparsas
acompañadas con pólvora, en los castellanos lo importante es la representación
teatral a caballo. Otra diferenciación curiosa, es que en los valencianos antaño
no podían participar las mujeres, mientras en los castellanos, los papeles
femeninos eran de suma importancia.
HISTORIA DE LAS “ENTRADAS DE MOROS Y CRISTIANOS”
EN UTIEL
A
través de diversas referencias documentales y bibliográficas podemos determinar
que nos encontramos con una festividad de gran arraigo desde el siglo XVI al
XIX.
Primeras
referencias de 1571
La
primera noticia que tenemos sobre la fiesta de los “Moros y Cristianos” castellanos
se relaciona a la Batalla de Lepanto del 7 de octubre de 1571.
Para conmemorar la victoria contra el Imperio Otomano, Felipe II ordenó a las ciudades
y villas de sus dominios celebrar fiestas extraordinarias. En este contexto
Utiel obedecería y “la escuadra de Utiel amenizó los festejos simulando
un combate entre turcos y cristianos”. Un dato que sabemos gracias a la
Historia y anales de la muy leal, muy noble y fidelísima villa de Utiel,
extraordinaria obra de Miguel Ballesteros Viana donde recoge la información
ofrecida por las desaparecidas actas municipales del concejo.
“Episodio del combate naval
de Lepanto” (1856), Antonio de Brugada Vila. Museo del Prado
Es
importante indicar que en esta primera ocasión que se celebró el evento, fue
organizado por la escuadra, una milicia urbana de la villa constituida para
defenderse de ataques externos. La militarización de la sociedad civil local se
trataba de una respuesta ante el pavor que se temía al alzamiento de la
población morisca de los alrededores. Recordemos que el Valle de Ayora-Cofrentes
o el Vizcondado de Chelva tenían un número muy importante y el corregimiento de
Utiel se encontraba muy preocupado, pues estaban a las “Puertas de Argel” como
aparece en algunas referencias. La milicia o escuadra se había constituido tras
la rebelión morisca de las Alpujarras (1568), ante el temor de una revuelta
generalizada por toda la península. Además, con motivo de la misma, la villa
alcanzó la licencia para poder usar arcabuces, escopetas, ballestas u otras
clases de armas para defenderse.
El éxito de los festejos de Lepanto
gustaría tanto que las autoridades decidieron recuperarlas para la celebración
del nacimiento del príncipe Fernando de Austria el 4 de diciembre de 1571.
Entonces
aconteció “una solemne misa y lucida procesión, y durante los días de
Navidad, se dio licencia a los vecinos para vestirse de máscara y hacer
invenciones como en el año anterior”[1],
mientras “la milicia utielana reprodujo el simulacro de combate,
efectuado con motivo de la victoria contra el imperio turco”. Desde entonces, la fiesta mantendrá
una continuidad esporádica pero constante desde el siglo XVI hasta el siglo
XIX.
La
fiesta en el siglo XVIII
La organización
militar que hemos visto aplicada en los festejos se imitará en las siguientes
ocasiones que se celebre, indistintamente que estas sean promovidas por la
milicia urbana u otras instituciones. Ballesteros nos indica que el 19 de
agosto de 1753 se constituyó una hermandad de festeros “para excitar la
devoción” a la Virgen del Remedio. Constituida militarmente por una
escuadra de ochenta hombres con sus correspondientes cabos que juraban su
permanencia por un plazo de diez años. Con “las mogigangas disfrazados de
régulos (reyezuelos), ya fuese moro o cristiano”, su objetivo
era enriquecer los actos de septiembre dedicados a la Patrona de Utiel con la
presencia de “Entradas de Moros y Cristianos”.
Esta “escuadra de festeros” se llamaba en tiempos pasados “Compañía y
Soldadesca”, lo cual recuerda a la denominación con la que se hace
referencia a los organizadores de la fiesta en otras poblaciones de la comarca:
la Soldadesca.
En el
siglo XVIII, la festividad en Utiel estuvo muy viva. Como acabamos de indicar,
se constituyó una “Escuadra de Festeros” para realizar la tradición de Moros y
Cristianos los días de fiesta en honor a la patrona. Se trata, por lo tanto, de
un intento de regularización asociándolo al culto religioso principal de la ciudad
que no triunfaría. No obstante, la soldadesca utielana tomaría parte en los
desfiles, procesiones religiosas y demás eventos. De hecho, parece asociarse
completamente con el culto al Remedio, la celebración del 18 de septiembre
de 1754, el “Día de Minerva”, bien podría tratarse de una ampliación
de los festejos tras las Fiestas de la Virgen del Remedio. Igualmente, entre
los días 22 y 25 de septiembre de 1759, se celebró la proclamación del
rey Carlos III, donde son llamados como “soldados de la Virgen”,
calificándolos como “alegría de las jóvenes; acrimonia y recreación de damas
y señoras” a una compañía que contaba con “capitán, dos sargentos, dos cabos, un tambor y en
ocasiones como la presente algunos músicos raros”.
Además,
debido a la estratégica situación geográfica como nudo de comunicaciones, desde
Utiel la festividad se propagaría por los territorios circundantes con vínculos
económicos, y familiares. Entre ellos, Requena, en donde documentamos la
procesión cívica por la coronación de Fernando VI de 1745, donde el
importantísimo Gremio de Arte Mayor de la Seda envía a “parejas de turcos
y árabes a caballo, ricamente ataviados, y comparsas de matachines
(cristianos) con los escudos de armas reales y de la villa”.
Elenco de la representación
de los Moros y Cristianos en San Antonio (1958)
Tras la
muerte de Carlos III en 1788, el Cabildo y Corregimiento de Utiel acordaron un
programa de festejos para celebrar la coronación de Carlos IV, el cual sería
uno de los “más notables
que había presenciado Utiel y casi los últimos que con tan inusitada pompa se
llevaron a cabo”.
Efectuados los días de Pascua del 12, 13 y 14 de abril de 1789, buscaba
ser una fiesta de atractivo regional, por lo que había sido anunciado en la contornada,
se llegó a pedir a la dotación provincial “un nutrido destacamento de soldados para amenizar
los festejos y darles mayor interés”, y se improvisaron en las plazas principales “dos grandes fuentes de
variados licores para el servicio de los forasteros, mediante una escasa
retribución”. Además,
se adecentaron calles y fachadas, se colocaron tres grandes tablones en la
Plaza Mayor del Ayuntamiento, Puerta del Sol y San Juan y la Casa Consistorial se adornó con
banderas y colgaduras, disponiendo un gran dosel en el balcón central. El
primer día, por la tarde tras haber realizado el acto inaugural bajo el grito “¡Castilla!,
¡Castilla!, ¡Castilla!, por el Rey Nuestro Señor Carlos IV que Dios guarde!”
y la misa del Te Deum, los regidores montaron a caballo, poniéndose en
marcha la comitiva. Esta se dirigió efectuando la “vuelta de la procesión” por la
calle Real, Puerta de Requena, Puerta del Sol, calle de las Eras, Cuesta y
Plaza de
San
Juan, Puerta de los Santos, volviendo al punto de partida en la Plaza Mayor.
Además, Ballesteros nos dice que “rompían la marcha los alguaciles a caballo
y ministros encargados del despejo; seguía un piquete de tropas comandado por
el subteniente D. Miguel Antonio Iranzo, llevando delante la música del regimiento
formada por tambores y clarines: luego caminaba el Ayuntamiento a caballo con
el mejor orden y pausa, cerrando el cuadro el regidor decano con el pendón
real; e iba en pos de él la recámara vestida a lo turco y a pie,
en la mejor disposición”. Tras las relaciones, la gente continuó las
diversiones con bailes hasta altas cotas de la madrugada.
Apogeo
y decadencia en los siglos XIX-XX
En el
siglo XIX, las “Entradas de Moros y Cristianos” se extenderán por multitud de aldeas
de la toda la Meseta de Utiel-Requena. Sabemos por Enrique Herrero y Moral que
en 1831 acontecen las primeras danzas de Moros y Cristianos en Campo Arcís en
honor a San Isidro Labrador. E igualmente acontecerá en San Antonio, Las Casas,
Los Corrales, Las Cuevas, La Torre, Casas de Eufemia, Roma, Hortunas, San Juan
(se llevaban a cabo conjuntamente las relaciones en San Juan, Calderón y Barrio
Arroyo), Villar de Olmos, Los Isidros, Los Cojos, Las Monjas, Los Marcos,
Jaraguas, Fuenterrobles, Camporrobles, Sinarcas, etc. En todas ellas se
desataría un verdadero “boom” de la fiesta como consecuencia de la Guerra de
África (1859-1860) y la Guerra del Rif (1911-1927), momento en el cual muchos quintos,
figura clave en la organización lúdica en las aldeas y pueblos, realizaban su
servicio militar obligatorio en Marruecos.
En la
ciudad de Utiel, por su parte, la fiesta se relaciona por completo con la Real
Cofradía de Colmeneros y Labradores, más popular en la actualidad por su
advocación a San Isidro Labrador. En su Libro de Actas se conservan varias
referencias a la organización de este evento para fechas señaladas. Un caso
resonante que encontramos detalladamente descrito corresponde a la celebración
por la proclamación de la mayoría de edad de Isabel II los días 1, 2 y 3 de
diciembre de 1843. Se trata de un acuerdo del 20 de noviembre entre el
Ayuntamiento de Utiel y la Cofradía para su participación en los festejos. Esta
última quedó como organizador en sustitución de la “soldadesca”, al ser la
principal asociación de la ciudad y la única con autorización civil. Esto se
debe a que las reales órdenes pedían que “hicieran fiestas y regocijos por
todos los gremios y cofradías”. Respecto cómo se realizarían los Moros y
Cristianos el domingo 3 de diciembre, se nos dice lo siguiente:
“Se
harán dos carros triunfales, uno de ropas de seda, que deja D.
Alejandro Iranzo, en el que se colocará el retrato de nuestra soberana, tirado
por cuatro mulas negras bien enjaezadas de quitapones y demás; las cuáles
serán las del dicho D. Alejandro y las de José Antonio Navarro, y vestidos,
la mitad de moros y cristianos, los cuales con la bandera y música servirán de
custodia al carro y al mismo tiempo tirarán tiros con la escopeta, de trecho en
trecho. Que otros diez y seis individuos, vestidos también de moros y
cristianos, bailen la danza que en las festividades del santo se suele
acostumbrar. Y últimamente, que se haga otro carro triunfal, vestido de
sabina, en donde se coloquen dos niñas vestidas de ninfas y que arrojen hasta
ocho fanegas de pan cocido de a media libra, cada uno, al pueblo dicha tarde,
el cual carro será tirado por cuatro mulas tordillas, bien enjaezadas y de
propiedad de Juan Giménez García y de Juan Navarro. Que los comisarios gasten
lo que fuera necesario, pues le será abonado en cuenta”.
Mulas enjaezadas para el desfile de carrozas de Utiel (1950) continuando el estilo de las Entradas de Moros y Cristianos utielanas.
Los
datos precisos que ofrece esta noticia sobre las “danzas guerreras”, las mulas
enjaezadas y desfile son sumamente valiosos al confirmar la presencia de los
elementos formales que conforman la festividad documentada etnográficamente.
Además, nos permite hacernos una idea de como serían las otras celebraciones
gestionas por la cofradía. Como fue el casamiento de Isabel II con Francisco de
Asís para el domingo 12 de noviembre de 1846, tras haberse acordado el
día 20 participar “con los mejores deseos a pesar de la escasez de los
fondos” mediante un desfile con “danzas de moros y cristianos y un
carro triunfal para tirar pan al pueblo según ha sido costumbre”.
No
solamente se celebraban estos actos peculiares para ocasiones extraordinarias,
en la noticia de 1843 ya nos dicen el uso de unas danzas guerreras “que
en las festividades del santo se suele acostumbrar”. E igualmente, parece
ser que el resto de elementos de la desaparecida tradición eran usados para las
fiestas habituales a San Isidro Labrador. Así se aprecia el 5 de abril de
1863, cuando se decidió realizar una novillada taurina en la recientemente
inaugurada Plaza de Toros “La Utielana” y una “Entrada de Moros y Cristianos”,
denominación popular y tradicional que hemos constatado documental y oralmente
para esta festividad. El acuerdo lo dice de la siguiente forma:
“Los
individuos de esta Real Cofradía determinaron el hacer su fiesta de Iglesia con
la mayor pompa y también una entrada de moros y cristianos y unos
novillos que serán corridos en la plaza utielana, todo en obsequio
de nuestro santo patrón, con los fondos de dicha Cofradía y si algo faltara por
el desembolso de sus individuos, hasta reintegrarse en lo sucesivo, cuando las
circunstancias lo exijan”.
La llegada del ferrocarril Valencia-Utiel en 1885 supondrá, como con muchas otras tra diciones locales, la causa de la decadencia de los Moros y Cristianos. Puntos de vista más cosmopolitas y atractivos se abrieron paso y desbancaron multitud de costumbres, la modernidad arrasó con la antigua mentalidad festiva utielana. La eventualidad característica de los Moros y Cristianos no favoreció su continuidad, llegando a perderse incluso de la memoria colectiva en la ciudad. Solamente hemos conocido un testimonio a través de terceras personas, el de José Vergara Asunción, oriundo de Los Corrales pero que había vivido su infancia en Utiel los primeros años del siglo XX. Este hombre aún tenía memoria de la celebración de los Moros y Cristianos en Utiel y así se lo remarcaba a su hija, a través de la cual hemos recopilado la única persona de la ciudad con recuerdos de este evento hasta el momento. Según este testimonio, los últimos Moros y Cristianos en Utiel se celebrarían a finales del siglo XIX e incluso llegaron a los primeros años del siglo XX.
No
obstante, algunas de sus características si superaron la extinción en el
calendario festivo utielano, es el caso de las mulas enjaezadas o adornadas
con quitapones. La decoración de las caballerías, esencial en las “Entradas
de Moros y Cristianos”, se mantearían para los desfile de San Isidro y la
Virgen del Remedio. Convirtiéndose en una de las pocas costumbres típicas de la
festividad que se mantendrá después de la desaparición de la fiesta en siglo XX,
vinculado como no a la Cofradía de San Isidro Labrador. Todo ello indica que
los Moros y Cristianos en el siglo XIX fueron totalmente asimilados por la Real
Cofradía de Colmeneros de Utiel, conservando ciertos aspectos de la misma como
las mulas enjaezadas.
Quitapón tradicional de Los
Corrales de Utiel para enjaezar la mula en eventos festivos como las Entradas
de Moros y Cristianos.
Decoración tradicional completa de Las Cuevas de Utiel para enjaezar la mula en eventos festivos como las Entradas de Moros y Cristianos.
En las
aldeas utielanas, donde la tradición sobrevivió hasta la década de 1930 ha
podido conservarse el recuerdo de las mismas. Por desgracia solamente en dos
poblaciones comarcales se han conservado los Moros y Cristianos de estilo
castellano hasta la actualidad, en San Antonio (con gran vitalidad) y Campo
Arcís (también en proceso de extinción ante la grave despoblación). En
Utiel la última vez que se realizaron las “danzas guerreras” fue en 1960 con
motivo de la Coronación de la Virgen del Remedio. Esos días de gran
relevancia religiosa y cultural para la ciudad fueron la última vez en la que
se bailaron las “danzas guerreras” a cargo de los danzantes de San Antonio en
la Plaza Mayor del Ayuntamiento.
Danzantes de Moros y Cristianos de San Antonio para la Coronación de la Virgen de Remedio en Utiel (1960)
Las
“Entradas de Moros y Cristianos” no disponían de una fecha fija en el
calendario festivo local. Celebrándose únicamente para conmemoraciones de gran
relevancia a nivel local y nacional. El itinerario utilizado seguramente
sería el mismo a los recorridos usados en otros desfiles, conocida como “la vuelta
a la procesión”, y que documentalmente se nos describe en la representación de
1789. Se partía desde la Plaza del Ayuntamiento para discurrir por la Calle
Real, El Cebo hasta la Puerta del Sol, desde donde lamía el tramo norte de la
muralla pasando por la Puerta de las Eras, y la Cuesta y Plaza de San Juan.
Para girar desde allí por la Rambla y la Placetilla de los Santos hasta volver
al punto inicial.
La representación
tenía lugar en uno o varios tramos intermedios de la procesión en espacios
abiertos al aire libre. En el centro estaba la imagen de la Virgen o Santo a la
que estaba dedicada la fiesta en los casos religiosos, o el retrato del
soberano en los festejos cívicos. Colocándose en dos secciones enfrentadas los
moros y los cristianos a caballo. Dependiendo el pueblo, se optaba por
representar en un solo lugar toda la trama o distribuirla en varios puntos. En
el caso utielano, lo más posible es que aprovechando las diversas plazas que se
alternaban en “la vuelta a la procesión” (Ayuntamiento, Puerta del Sol, Puerta
de las Eras, San Juan y Miguel Ballesteros) se turnasen en cada una de ellas las
distintas relaciones y parlamentos de los Moros y Cristianos. Así se intuye al
menos en la Coronación de Carlos IV en 1789, pues las ceremonias se efectuaron
sobre tres grandes tablados en la Plaza Mayor, Puerta del Sol y San Juan.
Desfile de Moros y Cristianos en San Juan (1926)
Los disfraces
eran esenciales, aunque no tenemos constancia de cómo serían hasta el siglo
XIX. En estos casos, los cristianos utilizaban vestimentas militares de la
época mientras los moros llevarían trajes improvisados a imitación de su
concepción de “islámico”. Con la llegada del ferrocarril en 1885, sabemos que
los organizadores de las fiestas en algunas poblaciones (San Antonio, Las
Monjas, Campo Arcís, etc.), alquilaban trajes de moros y cristianos en la
ropería Insa u otras en Valencia.
Como
explicamos en la primera parte de este trabajo, la realización de esta
festividad era por lo general eventual sin contar con una fecha concreta. En el
caso utielano, las “Entradas de Moros y Cristianos” servían en ocasiones
especiales en que se hacían celebraciones laicas significativas en el panorama
nacional, en la que el consistorio municipal pedía su realización al gremio o
cofradía que tenía por costumbre la organización de las mismas, en este caso la
Cofradía de Colmeneros de San Isidro Labrador. En algunas poblaciones y aldeas,
y seguramente también en Utiel, por su parte se asociaría a la principal
devoción religiosa, no obstante, no perdería en la mayoría de los casos su
irregularidad de convocatoria. Tan solo encontramos una excepción
significativa, el llamado “Entramoro” de Tuejar. En este pueblo
de Los Serranos celebran cada cinco años las “Fiestas Gordas” dedicadas a La
Purísima (15 de agosto). Trasladando su virgen desde la ermita a la Iglesia
Parroquial con una representación de moros y cristianos cuyas relaciones aún
son a caballo, junto a la “rodá” o ruedo de la bandera (“correr la bandera”).
Mural del Fiestas Gordas de Túejar (2015) recordando la celebración del “Entramoro”
Respecto
a la organización, estaba formada por mayordomos o festeros encargados
de gestionar la fiesta conocida como “soldadesca” o “los cargos”, así llamado
este último en varios pueblos de Cuenca. Durante toda la Edad Moderna, se
trataría de una estructura que imitaba lo militar, de allí la utilización de la
palabra “Compañía y Soldadesca” en Utiel durante la Edad Moderna. Esto nos
recuerda la estrecha relación que la festividad contaba con las milicias
urbanas de la villa, las cuales tenían la posibilidad de usar armas de fuegos
en los desfiles, que con el tiempo se sustituiría por “cobetes” (cohetes),
minetas u otros petardos típicos. En el siglo XVIII y XIX pasaría a ser una
estructura patronal, de cofradía devocional o gremial, lo cual explica qué en
los casos de Utiel en el XIX la fiesta era llevada a cabo por la Real Cofradía
de Colmeneros y Labradores de San Isidro Labrador.
ELEMENTOS
FORMALES
La
festividad en su estilo castellano se caracteriza por tres aspectos formales
que le ofrecen un sentido teatral, etnográfico, y solemne. Dos de ellos son la
base única de la festividad, las relaciones (el punto teatral) y las “danzas
guerreras” (elemento etnográfico). Por último, encontramos el “correr la
Bandera”, cuyo uso comarcal estuvo muy extendido para distintos eventos
festivos. Todo ello, hace que difiera sustancialmente nuestros Moros y
Cristianos de las típicas y muy conocidas fiestas de Moros y Cristianos
valencianos. Al centrarse las suyas en ostentosos desfiles estructurados en
comparsas con el uso esencial de la pólvora. Dejando de manera secundaria sus
alardes, equivalentes a nuestras relaciones, pero sin la complejidad del texto
característico en nuestro caso.
-Las
Relaciones:
Se
trata de una función teatral, conocida como las “Relaciones”, en la que
intervienen quince personajes fijos montados a caballo, seis de cristianos o
“matachines”, otros seis de moros o turcos, más una mora, una cristiana y un
ángel representado por un niño. Los actores dramatizan el texto en verso
de la obra con un origen culto, es decir, esbozado por personas con un
conocimiento importante en teatro y letras. Están estructurados en su mayor
parte en series romanceadas de octosílabos que llegaron a sobrepasar los dos
mil versos. A los intérpretes de la obra formal, constituida únicamente por los
personajes de la trama (capitanes, embajadores, etc.), se les añade otro con
una intención cómica. Se trata de las botargas, cuyas intervenciones no
aparecerían en el texto, porque se improvisaban para cada ocasión temas de la
actualidad. La botarga no era un aspecto formal de la representación, pero se
trataba de lo más atractivo para el público por su carácter satírico y
humorístico, amenizaba la formalidad del resto del conjunto de las relaciones.
Personajes moros y cristianos en la representación de Campo Arcís (1950)
Personajes del ángel montado sobre mulas enjaezadas en Las Monjas (1942) (arriba) y Campo Arcís (1950) (Debajo).
Parlamentos en el “Entramoro” de Túejar (2015) donde el capitán moro amenaza al bando cristiano frente a la Virgen de la Purísima y San Antonio de Padua.
VIDEO
https://www.youtube.com/watch?v=eTXlxqWbMW0
Relaciones del “Entramoro” de Túejar
(2015).
- “Danzas
Guerreras”:
Las
danzas se caracterizan por su complejidad, tratándose de una pieza de origen
académico diseñada por un maestro, que con el tiempo tendió a popularizarse. Su
ejecución es efectuada por doce danzantes, aunque en ocasiones solo
participaban en ella ocho personas, siendo así más fácil. Divididas en dos
hileras paralelas, cada una representa a los moros y a los cristianos,
semejando una pelea entre ambos grupos (de ahí su calificativo de “guerreras”)
a través de una coreografía plagada de medias vueltas y cruces. Todo ello
acompañado por el “juego de roces” donde semejan el choque de espadas y
escudos. Sustituidos por palos las espadas (aunque en las mejores
representaciones ya en el siglo XIX si se utilizaban estas armas) y los escudos
por chapetas o por las antiguas planchas de ascuas. Por desgracia, en la
actualidad solo conservamos la coreografía entera de las versiones de San
Antonio y Campo Arcís, evidenciándose similitudes con las danzas de palos o
paloteos versionadas en prácticamente toda la Península Ibérica.
“Danzas de palos” para San Isidro Labrador en Hortunas (1985)
VIDEO
https://www.youtube.com/watch?v=Nyt-uoM8iRo
Danzas guerreras de los Moros y
Cristianos de San Antonio de la Vega (2016).
En las
“danzas guerreras” de Utiel mencionadas en el Libro de Actas de la
Cofradía de Colmeneros durante el siglo XIX nos dicen que la ejecución era
llevada a cabo por “diez y seis individuos, vestidos también de moros y
cristianos”, los cuales “bailen la danza que en las festividades del
santo se suele acostumbrar”. Todo ello indica que se trataba de una
coreografía de baile con una cierta antigüedad ya en el siglo XIX conformada por
filas paralelas de ocho danzantes cada una. Un número tan elevado de bailarines
complicaría enormemente el resultado, lo que hace pensar que en realidad se
tratase de dos danzas que actuaban por separado de ocho individuos cada una
estructurada por dos filas de cuadro danzantes. No obstante, es posible la
presencia de filas de ocho individuos, que darían un espectáculo más
rimbombante y explicaría la admiración que generaban estos actos.
- “Correr
la Bandera”:
En
algunas ocasiones, la fiesta de Moros y Cristianos acababa con la ceremonia de “correr
la bandera”. Esta es una danza en la que el abanderado hace una ofrenda
simbólica al santo patrón, por lo que su realización no está exclusivamente
relacionada con esta fiesta. No obstante, en los casos que sí, su realización
aparece en la mayoría de pueblos en el que la festividad se relacionó a un
santo o Virgen. Aun así, desconocemos documentalmente su realización en Utiel,
aunque parece probable su práctica, pues las banderas se mencionan en la
noticia de 1843 y son varias las referencias a “correr el estandarte” en las
actas de la Real Cofradía de Colmeneros. “Correr la bandera” consiste en la
apoyatura del mástil sobre el cuerpo del danzante, la bandera se despliega y va
lanzando en el aire grandes movimientos. Los danzantes marcan lo que se
llama “caras” en las cuales la bandera se orienta a los cuatro puntos
cardinales para que el santo patrón nos lleve en una buena dirección en la
vida. Todo ello acompañado con una melodía y redoble de tambor.
Celebración de “correr la bandera” en Utiel por los miembros de San Antonio (2017)
VIDEO
https://www.youtube.com/watch?v=jQ0Z1CGohU0
“Correr la bandera” en San Antonio de
la Vega (2016).
“ENTRADA
DE MOROS Y CRISTIANOS” EN LAS PEDANÍAS UTIELANAS
La
constatación de la festividad en las pedanías utielanas nos ha aportado datos
muy importantes de informadores que sí vieron las últimas relaciones a
principios del s. XX. De esta manera en la década de los 80, D. Fermín Pardo
Pardo entrevisto a una serie de ancianos muy mayores en esos momentos. José
Solaz y María Fernández, naturales de Las Cuevas, Lodulfo Navarro de Los
Corrales y María Rosa Solaz de Las Casas recordaban la participación
de sus padres aportando fragmentos del texto que habían recitado, a la vez de
describir las características del evento con todos los elementos formales ya
comentados. Sin embargo, fue en La Torre donde se consiguió una
información más precisa, la Tía Hermelina Lloria nos comentó la participación
de su madre Luisa Verdú como mora en lo que llamaban “Entrada de Moros y
Cristianos”. Las representaciones en La Torre llegaron hasta prácticamente la
Guerra Civil, estaban dedicadas a San Antonio de Padua montados los personajes
en mulas bien enjaezadas y también contaba con el acto de “correr la Bandera”.
Yo soy nacida
en Argel,
mi suerte fue
desgraciada,
mi padre
capitán moro,
el que defendió
la escuadra.
La sangre tengo
encendida,
la sangre
hierve en mis venas,
de ver que soy
en el mundo,
el mayor poder
y fuerza.
Detente moro
valiente,
y mira bien lo
que haces,
que para matar
un hombre,
es preciso que
te cuadres.
Fragmentos
de las Relaciones de Moros y Cristianos en La Torre, Las Cuevas y Las Casas.
Los
fragmentos de las representaciones pedáneas con ligeras variaciones siguen una
serie de patrones comunes que indican un texto original con el Entramoro de
Tuejar, y las Relaciones de Camporrobles y Sinarcas, el cual
posiblemente su raíz resida en Utiel. Mientras en otras poblaciones de la comarca
las relaciones comparten libretos distintos que contaron con sus propias áreas
de expansión. Apreciamos en este sentido los textos antiguos de San Antonio
y Campo Arcís que han perdurado hasta la actualidad. Por no olvidar el de
una aldea tan vinculada a Utiel como San Juan, con un texto único de las
relaciones de la población realizadas junto a Calderón y Barrio Arroyo.
CONCLUSIONES
Hemos
comprobado que las “Entradas de Moros y Cristianos” en estilo castellanos o
“Entramoros” son una festividad autóctona de nuestra ciudad, surgida en el
siglo XVI con la Batalla de Lepanto y con arraigo documentado históricamente
hasta el siglo XIX. Un total de tres siglos en los que se danzaban y realizaban
las relaciones en Utiel de manera intermitente pero constante, con gran arraigo
y regocijo de la población. Una festividad característica de la Meseta de
Utiel-Requena y totalmente desvinculada de la tradición de Moros y Cristianos al
estilo valenciano, cuya complejidad teatral es menor y con unas características
formales totalmente diferenciadas.
En 2017, las “danzas guerreras” de
los Moros y Cristianos regresaron a Utiel de la mano de los miembros que la
realizan en San Antonio. Un importante paso para su reconocimiento, que,
sin embargo, debe ir de la mano de la voluntad social para su preservación y
recuperación. En ese contexto la “Entrada de Moros y Cristianos” se puede
considerar como un ejemplo de nuestra utielanía. Además de ser un
catalizador para instigar la cohesión social de esta población, así como
ser un atractivo para nuestra incipiente actividad turística. El año que viene
se cumplirán 450 años desde la primera Entrada de Moros y Cristianos
documentalmente registrada, ¿qué mejor momento para redescubrirla?
Celebración de las danzas de Moros y Cristianos en Utiel por los danzantes de San Antonio (2017)
Bibliografía:
DOMENE VERDÚ, José Fernando (2015). Las Fiestas de Moros y Cristianos. Alicante, Publicaciones Universidad de
Alicante
GÓMEZ
SÁNCHEZ, Carlos Javier (2015 / 2016). “Moros y cristianos de Utiel. Una
festividad autóctona de Utiel y su Tierra”. Libro de Feria y Fiestas en
honor a la Virgen del Remedio, 2015-2016. Dos ediciones.
GÓMEZ
SÁNCHEZ, Carlos Javier (2018). “La botarga. Figura satírica en la entrada de
moros y cristianos de Utiel”. Falla de Puerta del Sol e Infantil de San
Ildefonso, [2] h.
PARDO
PARDO Fermín (2014). “Las relaciones de moros y cristianos en Requena y su
Tierra en el siglo XIX”. Oleana: Cuadernos de Cultura Comarcal, n. 28,
p. 199-270.
PARDO
PARDO, Fermín (2015). “Las relaciones de moros y cristianos en la aldea de Las
Monjas”. El Lebrillo Cultural, n. 32, p. 47-56.
PIQUERAS
EXPÓSITO, Arcadio (1998). Relaciones de moros y cristianos: Campo Arcís.
Campo Arcís, Cooperativa y Caja Rural San Isidro Labrador, 1998. Requena,
Imprenta Govi.
TOMÁS VARCA, José (1990). “El Entramoro”. Libro de las Fiestas Gordas de Tuejar (1990), [3] h
[1] Hace referencia a las celebraciones
por el casamiento de Felipe II en noviembre de 1570, donde el vecindario hizo “juegos
y danzas, permitiéndose entonces discurrir por las calles del poblado, con
trompetas, tambores o azamazas, usando de disfraz: el Concejo otorgó un premio
de once reales (un ducado) al que vistiese cualquier traje distinguido por su
rareza o valor”. Posiblemente este evento inspiró a la festividad al
ataviarse “a lo moro” algunos participantes.
Aquí podeis descargar el PDF con el artículo completo
ENTRADA DE MOROS Y CRISTIANOS EN UTIEL DECARGAR PDF
No hay comentarios:
Publicar un comentario